Nada que valga la pena expresar queda nunca sin expresar; sería contra la naturaleza de las cosas que así quedara. Creemos que Coleridge tenía grandes cosas dentro de sí que nunca contó al mundo; sin embargo las contó en el Mariner y en el Kubla Khan, que contienen toda la metafísica que no está allí, las fantasías que omiten y las especulaciones que no se encuentran en parte alguna. Coleridge nunca podría haber escrito esos poemas si no hubiera tenido dentro de sí lo que los poemas expresan no por lo que dicen, sino por el mero hecho de que existen.
Intersticios
Tertulia de libros de fotografía en la Real Sociedad Fotográfica
El martes 28 de febrero, a las 19:00, en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid tendrá lugar la primera tertulia de libros de fotografía, y se espera que tenga periodicidad mensual.
La temática y la asistencia es abierta. Cada uno puede traer un libro de fotografías (no vale el de uno mismo) para comentarlo.
La Real Sociedad Fotográfica tiene su sede en:
Calle de los Tres Peces 2
28012 Madrid
Esperamos veros por allí.
Azul como piedras
Dos cosas chocan antes que nada: que toda intuición tiene sus advenedizos que, apenas se han apoderado de ella, la proclaman a los cuatro vientos, y luego, que tales intuiciones no son quizá de las que produzcan un arte muy consciente. ¡Como si esos maestros del Louvre no hubieran sabido ya que el color es lo que hace la pintura!
En paradero desconocido
El arte es un ejercicio de traslación, de traducción; siempre versión, nunca original, enseña a los hombres de un lugar su falta de originalidad y, además, tiene una función primaria: les permite no ser originales, tomar distancias con respecto a su lugar.
Un roble
P: Para empezar, ¿podría describir la obra?
R: Sí, por supuesto. Lo que he hecho es transformar un vaso de agua en un roble crecido sin alterar los accidentes del vaso de agua.
Los otros (3)
Me escuchó mi amo con vivas muestras de desasosiego en el rostro, pues el dudar y el no creer son tan poco conocidos en aquel país que los habitantes no encuentran palabras para proceder en tales circunstancias. Y recuerdo que en mis frecuentes conversaciones con mi amo sobre la naturaleza humana en otras partes del mundo, cuando se presentaba la ocasión de hablar sobre la mentira y la impostura, sucedía que se le hacía muy difícil comprender lo que quería decirle, aunque por otra parte su capacidad de juicio era de lo más penetrante. Pues razonaba así:
Los otros (2)
No hubiera debido dejar que ella fuera a Horch, ese horrendo internista (¡el médico de ella!), dijo, porque allí conoció al suizo. No hubiera debido dejar que fuera, dijo hablando de su hermana de cuarenta y seis años, pensé. Aquella mujer de cuarenta y seis años tenía que pedirle permiso para salir, pensé, tenía que darle cuenta de cada una de sus visitas. Al principio él, Wetheimer, había creído que el suizo, al que había juzgado en seguida de hombre despiadadamente calculador, se había casado con ella por su riqueza, pero la verdad era que luego se había revelado que el suizo era mucho más rico todavía que los dos juntos, es decir, inmensamente rico, helvéticamente rico, lo que quiere decir muchas veces más rico que austríacamente rico, según él.
El malogrado, Thomas Bernhard
Still Searching…
El Fotomuseum Winterthur ha puesto en marcha un blog, llamado Still Searching – An Online Discourse on Photography en el que, bajo la supervisión del propio museo, se han invitado a diferentes teóricos ha dirigirlo temporalmente.
Olvidar para vivir
Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos. Quizás esté bien así. El choque que produciría recuperarlo sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia. De otra manera la comprendemos, y tanto mejor, cuanto más profundo yace en nosotros lo olvidado.
La historia
Los hechos son juguetes con que se distraen los abogados, son peonzas y aros, siempre girando… Por desgracia, el historiador no puede abandonarse a semejante rotación ociosa. La historia no es cronología, eso queda para los abogados; tampoco es recuerdo, pues éste pertenece al pueblo. La historia ni puede aspirar a la veracidad de la cronología ni detentar el poder del recuerdo. A fin de sobrevivir, quienes se dedican a ella pronto deben aprender las artes del correveidile, del espía y del gracioso de taberna, para que siempre pueda haber más de una línea de comunicación que enlace con un pasado en el que a diario corremos el riesgo de perder para siempre a nuestros antepasados: no una cadena de eslabones individuales, pues un único eslabón roto podría perdernos a todos, sino más bien una gran maraña de cuerdas desordenadas, largas y cortas, débiles y recias, que se pierden en la profundidad mnemónica, y que sólo tienen en común su destino.
Thomas Pynchon, Mason & Dixon, Tusquets, 2000, p. 438