Mirar antes de ver

William Mortensen, Human Relations, 1932

El fotógrafo norteamericano William Mortensen (1897–1965), hablando de su formación, cuenta su viaje a Grecia después de la primera guerra mundial para hacer grabados en la región del Ática.  Para ganarse la vida dibujaba anuncios de coñac con seductoras bailarinas balcánicas de puntillas sobre corchos de botella.  El punto culminante del viaje fue observar la mirada libidinosa con que los marineros miraban las bailarinas de sus pósteres.  Tras un pequeño escándalo debido a que dibujaba a sus estudiantes, como él decía, «al fresco», tuvo que volver a los Estados Unidos.  Se fue a Hollywood, donde se convirtió en fotógrafo de las estrellas de cine y en ayudante de Cecil B. DeMille.  Participó en el rodaje de King Kong y Rey de Reyes, y aprendió los entresijos del mundo del espectáculo.  El tercer elemento de su formación que destaca es el observar el trabajo de los antiguos maestros de pintura, ya que al sobrevivir al paso del tiempo sus obras estarán cargadas de efectividad y universalidad.

William Mortensen, Autorretrato, ca. 1940
William Mortensen, Autorretrato, ca. 1940

Fue uno de los fotógrafos de más éxito de su época.  Fundó una escuela de fotografía en Laguna Beach, California, por la que pasaron miles de alumnos durante treinta años, desarrolló y perfeccionó técnicas innovadoras como el  Metal-Khrome que permitía pasar imágenes en blanco y negro a color, publicó más de cien artículos y una decena de manuales técnicos de mucho éxito, que fueron reimpresos y reeditados múltiples veces.  En uno de ellos, The Command to Look: A Formula for Picture Success, editado por Camera Craft Publishing Company en San Francisco en 1937, explicó la fórmula del éxito:

(1) La imagen debe, por su simple disposición, hacer que la mires.

(2) Habiendo mirado — ¡ver!

(3) Habiendo visto — ¡disfrutar!

William Mortensen: A Revival
Del libro William Mortensen: A Revival, editado por el Center for Creative Photography en 1998

En el libro va explicando detalladamente cada una de las fases.

Una imagen llama nuestra atención antes de que sepamos de qué es, y antes de que sepamos si nos gusta.  La primera impresión de una imagen es meramente visual — una mancha de blanco y negro sin significado racional ni importancia estética

William Mortenesen daba mucha importancia a esta primera fase, a la fuerza visual de una imagen antes siquiera de poder entenderla, a esa reacción tardía que le hace a uno decir: ¿qué ha sido eso?  Quería construir imágenes que en su forma abstracta activaran nuestra atención.  Para ello, lo más efectivo, era que sugiriera algo «temido por nuestros antecesores que vivían en las cavernas», formas como la diagonal, curvas en S, combinaciones de triángulos, o una gran masa dominante.

William Mortensen: A Revival
William Mortensen, Fragment, ca. 1938

Una vez que la imagen ha captado la atención, debe mantener el interés, debe entretener.  Cecil B. DeMille decía que había cuatro temas para asegurar el éxito comercial de una película: el sexo, los sentimientos, la religión y el deporte.  Mortensen deja el deporte de lado pues piensa que es más apropiado para un arte narrativo, y dice que hay que centrarse en tres temas: el sexo, lo sentimental y lo asombroso.

Además, cree que hay que buscar lo universal y eliminar toda representación realista, todo lo que nos pueda situar frente a un lugar, un tiempo o una personalidad específicas, evitar la acción.  Dice que hay que fotografiar el ser, no el hacer.

William Mortensen, sin título, ca. 1955
William Mortensen, sin título, ca. 1955; proceso Metal-Krome

La última parte de la fórmula tiene que ver con hacer participar al espectador en la imagen, que disfrute.  Para ello hay que hacer que el ojo se mueva por la imagen: las líneas, los contornos, las gradaciones guían al ojo; enfatizar lo táctil, que provoca sensaciones profundas y potentes, y que hacen que la mente se detenga (por lo que hay que limitarlo a zonas concretas para evitar que el ojo se estanque); buscar los ecos…

William Mortensen, Shrapnel, ca. 1938
Autorretrato de William Mortensen titulado Metralla, ca. 1938

No fue un pionero, fue más bien fue el último mohicano.  Romántico y sentimental, era practicante de un estilo de fotografía artística, el pictorialismo, que subordinaba todo a una imagen final que muchas veces tenía más aspecto de un grabado o un óleo que una fotografía.  Se vio frente a la llegada arrolladora del modernismo, de la fotografía llamada directa o pura.  En los años treinta mantuvo una discusión sonada en las páginas de la revista Camera Craft con un entonces casi desconocido Ansel Adams.  El modernismo triunfó, se impuso la idea de que la fotografía no se debe manipular, que hay que respetar la imagen técnica perfecta de la lente, la imagen pura frente a la intervención de la mano.  El pictorialismo fue minusvalorado como movimiento artístico y William Mortensen, al que Ansel Adams llegó a calificar como el anticristo, apenas aparece en los manuales clásicos de historia de la fotografía, fue borrado.  El hecho de que haya tanta gente que piense que el photoshop es algo nuevo da testimonio de la efectividad de esta limpieza histórica.

William Mortensen, The quest for pure form, 1940
William Mortensen, La búsqueda de la forma pura, 1940

Bibliografía

  • William Mortensen, The Command to Look: A Formula for Picture Success, Camera Craft Publishing Company, San Francisco, California, EE.UU., 1937
  • Michael Dawson, Diane Dillon, A.D. Coleman, Larry Lytle y Amy Rule, William Mortensen: A Revival, Center for Creative Photography, University of Arizona, Tucson, 1998.
  • A. D. Coleman, Conspicuous by His Absence: Concerning the Mysterious Disappearance of William Mortensen, reeditado en Depth of Field: Essays on Photography, Mass Media and Lens Culture, University of New Mexico Press, Albuquerque, NM, EE.UU., 1998, pp. 91-112