Flair

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Vol. 1, No. 8, Cowles Magazines Inc., Nueva York, EE.UU, Septiembre 1950.

Flair, Septiembre de 1950

Cubierta troquelada diseñada por Federico Pallavicini

Flair, Septiembre de 1950

Fotografías de Louis Faurer

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Fotografías de George Hoyningen-Huene

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Dibujos de Sylvia Braverman

Una de las propiedades más interesantes del papel es que nos permite viajar en el tiempo y en el espacio. El de esta revista ha amarilleado bastante, ha perdido su brillo, pero la leyenda permanece viva. Acompáñenme.

Estamos en Estados Unidos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Después de la pesadilla el futuro parece lleno de promesas de un mundo mejor. Estamos lejos todavía de la crisis de los misiles en Cuba, de la guerra de Vietnam, del asesinato de Kennedy, de las luchas por los derechos civiles en las primeras páginas de los periódicos, de la aniquilación de la especie humana al alcance de un botón rojo.

En ese mundo Fleur Cowles convence a su tercer marido, Gardner Cowles Jr., editor de la famosa revista Look, para que le financie la aventura de publicar una de las revistas más extraordinarias jamás vista. Se rodea de los mejores, los más célebres nombres de Europa y América, desde Jean Cocteau a Salvador Dalí, de Tennessee Williams a W. H. Auden, de Walker Evans a George Hoyningen-Huene. La revista tiene un diseño preciso y extravagante: juega con diferentes tamaños de hoja, desplegables, insertos, diferentes papeles e impresiones, tinta invisible, incluso perfume. Todas las cubiertas estaban troqueladas. Se estima que en el año que duró la revista, el señor Cowles perdió dos millones y medio de dólares de la época con la publicación.

Este número está dedicado a la ciudad de Nueva York. Nos muestra cómo vestirnos, cómo calzarnos, cómo perfumarnos, cómo afrontar el tiempo que no se detiene, cómo construir y decorar nuestra casa, cómo vivir en la ciudad como un nativo. Nos muestra el ritual de Nueva York a través de las fotografías de Louis Faurer, recientemente adquiridas por el Museo de Arte Moderno, y nos dice:

Los rascacielos borran el horizonte. Las luces artificiales derriban el cielo y dejan en su lugar una neblina roja traslúcida que no es ni día ni noche. Es la atmósfera cargada de la ciudad y de los ocho millones. Nadie, ni el fotógrafo ni el niño en brazos de su madre, puede desviar sus ojos mucho tiempo.

Y así llegamos al corazón de la revista, un pequeño inserto de dieciséis páginas diseñado por Saul Steinberg. Se titula The City, y en él juega a convertir muebles en personajes o edificios, a dibujar sobre el natural y a fotografiarlo, y volver a dibujar sobre la fotografía, para reconstruir la ciudad y sus habitantes en el interior de un pequeño espacio de papel:

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Flair, Septiembre de 1950

Asombroso. Pero, ¿se han fijado? ¿Algo les ha resultado familiar? Miren bien. Sí, sí, ahí, casi al final. Ocho años después un editor francés llamado Robert Delpire decidirá usar una de esas arquitecturas de papel milimetrado de Saul Steinberg para ilustrar la cubierta del libro de un fotógrafo suizo: Les Américains, de Robert Frank.

Portada de Les Americaines, de Robert Frank, con un dibujo de Saul Steinberg