– Pero ¿por qué se mete a pescar ballenas? Quiero saberlo antes de embarcarle.
– Bueno, señor, quiero ver qué es la caza de la ballena. Quiero ver el mundo. […]
– Ahora bien, no solamente quiere ir a pescar ballenas, para saber por experiencia qué es eso, sino que también quiere ir a ver mundo, ¿no es eso lo que ha dicho? Ya me lo suponía. Bueno, entonces vaya adelante y eche una ojeada por la proa hacia barlovento, y luego vuelva a contarme qué es lo que ve.
Por un momento me quedé un poco perplejo por su petición, sin saber exactamente cómo tomármela, si en serio o en broma. Pero concentrando todas sus patas de gallo en un solo gesto ceñudo, me echó a andar con el encargo.
Adelantándome a mirar a proa a barlovento, me di cuenta que el barco, balanceándose sobre el ancla con la marea alta, ahora apuntaba oblicuamente hacia el mar abierto. La perspectiva era ilimitada, pero enormemente monótona e impresionante: ni la menor variedad que yo pudiera ver.
– Bueno, ¿cuál es el parte?– dijo Peleg cuando regresé, –¿qué ha visto?
– No mucho –contesté–, nada más que agua; aunque hay un considerable horizonte y se prepara un aguacero, me parece.
– Bueno, ¿qué piensa entonces de ver el mundo? ¿Quiere doblar el Cabo de Hornos para ver algo más de él? ¿eh? ¿No puede ver el mundo desde donde está ahora?Moby Dick, Herman Melville