Mariela Sancari, Moises, La Fábrica, España, 2015
Para hablar del libro de Mariela Sancari parece invevitable contar sus motivaciones profundas para realizar este trabajo. Pero no hace falta ser explícitos, todo está ahí. La búsqueda inacabada, la impotencia, la obsesión. la proyección sobre cualquier otro hombre del padre desaparecido, el laberinto emocional del que tenemos que aprender a salir para seguir con nuestras vidas.
Todo está en el libro.
Seguramente por eso esté dando que hablar, quizás por eso este trabajo se llevó el premio Descubrimientos de Photoespaña 2014 y, quizás por eso mismo, hasta en la editorial especializada en catálogos La Fábrica hayan dado un paso hacia el abismo del underground al editar un fotolibro con tal personalidad y sensibilidad que seguramente no sea un éxito en absoluto en cuanto a ventas, salvo si recibe algún premio internacional y una manada de buitres especuladores pone su diana en él. Por si ocurre, La Fábrica ha dejado marcado cada ejemplar con llamativos logotipos, con un listado del staff VIP implicado a modo de anuncio de periódico, para qué andarse con rodeos.
Cabe mencionar el poco cariño que parece tener el público generalista con este libro. Nadie en las librerías pierde el tiempo en volver a su lugar cada una de las superpuestas e intrincadas páginas de este libro construido en forma de trípticos. A la mayoría no le interesa los libros complejos y sugerentes, que exigen un mínimo esfuerzo, ni intelectual ni físico. Como tampoco le interesa saber a dónde se llevaron al padre de Mariela en la dictadura argentina, ni por qué le sigue buscando para llenar un hueco que ni cientos de retratos a desconocidos podrán llenar porque no son más que rostros vacíos precisamente por desconocidos.
La mayoría dentro de la minoría que aún compra libros llenos de fotos seguirá comprando el último catálogo de la estrella mediomuerta del rock fotográfico, mientras devolvemos a su lugar cada una de las páginas de Moisés que el último protocliente insatisfecho ha dejado a su suerte, destrozando la experiencia del siguiente espectador.
Por suerte, somos una panda de frikis y esto de los fotolibros realmente no le interesa más que a cuatro gatos, y para qué más.