De vez en cuando es un auténtico alivio detenerse en esta especie de antesala de todo. Un lugar intermedio entre el ojo y lo que mira. Lugar endogámico con unas reglas que obedecen a las complejas leyes de la mecánica y la óptica.
Este pequeño librito presenta una amplísimo recorrido por la historia de los diferentes modelos de la cámara Leica e incluye también una notable selección de algunos de sus objetivos. Cuidadosamente diseñado, cada página presenta una cámara dando información sobre características que identifican cada modelo, las variaciones que presenta un modelo respecto a otro y un espacio para que el lector pueda anotar sus propias observaciones.
En sus páginas vemos el primer modelo producido por Oscar Barnack, la urLeica de 1913, y de la que se hicieron 3 unidades. También vemos la Leica 0, de 1923, con 31 unidades y la Leica 1, fabricada desde 1925 hasta 1936, y de la que ya se producían al año unas 1.000 unidades. Todas ellas con focal fija. En 1930 aparece la primera con objetivo intercambiable la Leica 1 modelo C.
Aparecen también algunas rarezas, como la Leica 250 que admitía hasta 10 metros de película y podía realizar 250 exposiciones o modelos para la NASA con un disparador enorme que permitía utilizarla con los gruesos guantes de los astronautas.
Además el libro incluye una guía para no equivocarse al comprar una Leica de segunda mano. Los autores del libro aseguran que “las cámaras Leica son probablemente las herramientas fotográficas artesanales más resistentes que se han hecho nunca. Para comprobar las condiciones en las que se encuentran las funcionalidades de una Leica solo hace falta tener buen sentido de la vista, del oído, del tacto y un acusado sentido del olfato”. Curioso trasvase de cualidades.
Resumiendo el largo listado de advertencias que los autores aportan: El sentido de la vista detectará automáticamente cualquier magulladora, raspadura o golpe; el oído se encargará de escuchar el obturador: dos cortinillas que operan en distintos momentos y producen sonidos distintos; el tacto sentirá la suavidad del disparador y también comprobará el anillo de enfoque; y por último el olfato se encargará de detectar la presencia de hongos y mohos.
Quizá por todo esto siempre me han gustado los catálogos de maquinaria. En ellos las máquinas aparecen retratadas en un estadio primigenio, ajenas todavía a lo que producirán, indiferentes a aquello para lo que sirven. Fascinantes en su perfección. Objetos sugerentes que encierran multitud de promesas, entre ellas las de cualificar las manos que las utilizarán. Esta fascinación no es nueva. Recordamos fotógrafos como Charles Sheeler o el propio Weston con sus cámaras dirigidas a los nuevos olimpos, lugares paradisíacos donde habita una excelencia que está más allá de lo subjetivo.
Después vendrán los fotógrafos (la lista es interminable: Cartier Bresson, Rodchenko, Robert Capa, Ralph Gibson, Larry Clark …) y nos volverán a sumergir en sus propias obsesiones devolviéndonos a un mundo que hay que volver a mirar, oir, tocar y oler. Como si asistiéramos a una segunda expulsión del Paraíso. ¡Menos mal!
Leica Pocket Book
Editado por Hove Foto Books, Hove, East Sussex, Reino Unido;
1ª edición, octubre 1980; 124 páginas; 90×195 mm.;
encuadernación en cartoné forrado con guaflex impreso en oro sobre golpe en seco;
escrito en inglés; diseñado e impreso por Shoreman-By-Sea
ISBN 0 906447 09 7