¿Por qué Diderot deposita en un loco, un enajenado, la renovación de las ideas estéticas? En primer lugar porque el loco es un inadaptado, un excluido, un marginal, del mismo modo que fue marginado el espíritu prerromántico del propio Diderot. Pero sobre todo porque el loco, contradictorio asiento de lucidez a lo largo de la historia de la literatura, es capaz de evidenciar con su audacia el grado de cobardía de una sociedad. Viene aquí a cuento la cita de un autor anónimo con la que Doris Lessing abre su novela Canta la hierba, dice así: «Los fracasados y los inadaptados son la mejor medida para juzgar las debilidades de una civilización». El loco, como Rousseau, es paradójicamente antisocial, representa el orden natural por oposición al orden social, responsable este último de los males que aquejan al ser humano. «El hombre ha nacido libre», así empieza el capítulo I del Contrato Social. El loco es lo más semejante a ese hombre natural, completamente libre, utópico, ingobernable. En el caso de El sobrino de Rameau el loco además es un bufón, es decir, un loco profesional, por lo cual, a pesar de haber nacido libre, y a pesar de su semejanza con el hombre natural y su relación inevitable con la utopía, también se encuentra sometido a una relación de fuerzas desiguales, pero precisamente gracias a eso nos percatamos de que el espectador es cobarde por naturaleza. El espectador es el encargado de preservar lo comúnmente establecido, la opinión general, el discurso oficial, el estado de las cosas, experto en enmascarar la podredumbre de lo humano utilizando la podredumbre de su hipocresía. El acontecimiento escénico es una batalla entre dos mentirosos (utilizo aquí la división que realiza Carmen Roig en su introducción a El sobrino de Rameau), el hipócrita y el actor. Mientras el artista empuja con su provocación el progreso del mundo, el espectador, el hipócrita, se convierte en un freno del mundo, no por sí mismo, sino porque el espectador es la consecuencia de un orden social restrictivo, de una educación precaria, de las estrategias bisoñas del mercado, de la censura encubierta de la cúpula intelectual y de las políticas culturales, encargadas de segregar todo aquello que no está de acuerdo con su imponente criterio de corral. En definitiva, el espectador es una consecuencia del Palissot de turno. Palissot fue un autor de éxito que se encargó de humillar a Diderot hasta obligarle a escribir en la más completa clandestinidad. Buen ejemplo de ello es El sobrino de Rameau, redactada a escondidas durante casi veinte años, y deliberadamente hurtada por Diderot a su época. Y pensar que Palissot, cabecilla del dogmatismo tiránico de salón, líder del corrillo profesional, llegó a acusar a Diderot de dogmático. Después de todo, son los verdaderos idiotas los que llaman idiota al bufón. El bufón puede desprenderse de su máscara, el hipócrita la lleva incrustada. Palissot corrige al espectador, se apropia de lo correcto, del único camino hacia la verdad, esgrime sus mensajes complacientes contra algo que ya de por sí es minoritario, insólito y se desarrolla en las orillas del éxito. Pero Palissot sabe que con esa beligerancia ramplona gratifica a la mayoría y Palissot desea ante todo contar con la complicidad grosera de esa mayoría. Gracias a las omisiones deliberadas de los Palissot de turno, el espectador hoy día ha sido incitado a desconfiar, despreciar y excluir. Es precisamente en mitad de este panorama cuando vuelve a ser preciso que hable el loco. Puesto que no hay un solo camino hacia la verdad, el filósofo permite hablar al loco. Diderot rompe las barreras que separan artificialmente las artes y proclama la identidad de los principios que deben regir igualmente el teatro, la pintura y la poesía alejándose del artificio que encorseta la cultura del momento. El Arte siempre es el encargado de luchar contra la cultura.
— Angélica Liddell, El sobrino de Rameau visita las cuevas rupestres, conferencia pronunciada en la Cátedra Valle-Inclán / Laurao Olmo del Ateneo de Madrid, el 22 de febrero de 2007
3 comentarios en “El arte es el encargado de luchar contra la cultura”
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Qué cabronazo eres, qué maravilla de texto, es el cierre perfecto a todo lo que hablamos ayer después de la tertulia, y ayer ni lo mencionaste, qué tío, guardarse ese as en la manga y soltarlo en frío, con su pausa y su medida. Abusón.
Saludos
Olmo, me alegra que te guste. El texto completo está publicado en la edición que Nórdica Libros hizo de El sobrino de Rameau de Denis Diderot y Perro Muerto en Tintorería de Angélica Liddell. También se localiza fácilmente en internet.
Es genial este texto, un placer leerlo. Es alentador saber que la identidad en el arte permance viva mientras existan «locos». Enhorabuena Cian