Fabiola Cedillo, Los mundos de Tita, Autoeditado, Ecuador, 2016
En una primera lectura rápida de Los Mundos de Tita, nos encontramos con imágenes que nos trasladan a América Latina, entre lo personal y lo misterioso, algunas fotografías tan enigmáticas que se nos quedan grabadas a fuego en la mente, como la de un hombre tatuado en un barreño o el retrato de una niña riendo que parece que se niega a ser mayor…
La edición está muy cuidada, y aunque la mayoría de las fotos están a sangre, hay algunas fotos de menor tamaño y espacios en blanco que marcan las pausas, haciendo que la lectura del libro sea muy agradable. Desde un punto de vista técnico, personalmente, me hubiese gustado ver estas fotos en un papel más brillante, con colores más vivos, pero los libros pertenecen a una época y a un lugar y hay que leerlos como tal.
El libro contiene un pequeño texto a modo de carta olvidada en su interior, como si la autora no quisiese dar explicaciones a priori, pero finalmente nos abre la puerta a este mundo del que sólo habíamos ojeado desde la mirilla.
Después de leer el texto cruzamos el umbral de la puerta y entramos de lleno en el mundo de Tita, hacemos una segunda lectura más pausada y muchas de las imágenes cobran un significado pleno, ahora todo tiene más sentido; la casa de juegos, los colores vivos, la portada, los dibujos de Tita, la forma de libro tan parecida a un libro de cuentos, la imagen del ramo de la novia que nadie acertó a atrapar…
Tras la lectura de este texto comprendemos que Tita es la hermana mayor de Fabiola, la autora de este libro. El texto nos cuenta cómo a partir de los tres años, su hermana mayor pasa a ser la hermana menor, dado que Tita tiene una enfermedad rara por la cual ha dejado de crecer mentalmente.
Fabiola utiliza la cámara para contar el mundo desde los ojos de su hermana Tita, un mundo que hace mucho las dos compartieron, y que de alguna manera, todavía a veces comparten. Se nos pone el corazón en carne viva al ver la capacidad de superación de una enfermedad diagnosticada como incurable, porque nos planteamos si los enfermos no seremos nosotros por haber crecido demasiado rápido, por haber perdido la capacidad de ver esos colores, por no poder ya mirar con la curiosidad de una niña de 3 años, y es en este punto de reflexión, es donde todos somos iguales, donde Tita está curada.