Luuk Wilmering, The man who never experienced anything, Holanda, 2010
Quizás el mejor lugar para continuar viaje después de una odisea del espacio sea este pequeño libro que, enfatizado además por su sobrio diseño, parece carecer del menor interés. El título lo deja meridianamente claro: El hombre que nunca sentía nada. Es un libro pequeño físicamente, y las fotos, horizontales, apenas llegan a los diez centímetros de ancho. Está impreso con poco contraste y las imágenes en sí no son nada del otro mundo. Nos niega los más elementales placeres sensoriales en los que se sustentan la mayoría de los trabajos fotográficos.
Si aún siguen leyendo ésto es que piensan que a pesar de las apariencias debe haber algo de interés en el libro. La verdad es que es difícil de explicar. Lo vi varias veces en la librería antes de decidirme a comprarlo. Y la verdad es que sigo sin saber exactamente por qué lo hice.
Son fotografías en primera persona que representan directamente la mirada. En ellas el mundo no está organizado, se presenta tal cual es. La primera foto es una luz a través de las cortinas y a continuación seguimos el despertar del hombre que nunca sentía nada. Es una especie de versión extendida de las secuencias de Duane Michals, en la que la mirada de un personaje recorre un día de su vida.
El libro es una ficción. Salvo excepciones, no es habitual llevar una cámara en la cabeza y registrar toda una vida. Ya que es una ficción, el autor podría habernos llevado a los confines del universo a vivir extrañas aventuras al límite de la metafísica. Pero no, simplemente se levanta por la mañana, toma el desayuno, sale a por el pan, pasea por el parque… observándolo todo con una ingenuidad pasmosa. Para leer la historia hay que colocarse en el lugar del personaje, mirar las fotos como si fuera nuestro ojo el que mirara, pasar las hojas como si fuera nuestro tiempo el que pasara.
Lo que me gusta de este libro es que creo que es una trampa. Nos propone entrar en la vida de otro, ver el mundo con sus ojos. Pero es algo imposible de hacer. Seguimos siendo nosotros los que miramos y lo que vemos lo interpretamos según nuestra historia. Las fotos aparentemente banales e impresas de forma tan suave no hacen más que dificultar la tarea: ante la falta de estímulos de las imágenes es nuestra mirada la que se impone. Quizás sea ése el sentido del título: El hombre que nunca sentía nada es el personaje; ¿y nostros?
Luuk Wilmering
The man who never experienced anything
editado por Roma Publications en colaboración con Noord-Holland Biënnale 2010 en Holanda;
primera edición, 2010; 128 páginas; 170 x 120 mm.;
encuadernado en rústica;
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A ver si va a ser que tú como disfrutas los libros es comprándolos y ya está…
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Ocurre aveces, que historias aparentemente anodinas se cuentan de manera fantástica con resultados extraordinarios. Aunque parece que este no es el caso, ¿qué dicen los textos? ¿qué sentido tiene numerar las páginas?
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Creo que lo mejor será, que el señor cian escriba en esos espacios en blanco que deja el libro, trozos de su propio diario, como el hombre «who experienced a lot» (=el hombre que siente mucho) y le envíe este ejemplar manuscrito al señor Luuk Wilmering.
A veces, para obtener respuestas a preguntas sencillas, tenemos que ir por caminos complicados.