Masahisa Fukase, The Solitude of Ravens, RAT HOLE, Japón, 2008
La fotografía en Japón en los años sesenta experimentó una revolución en la que los libros de fotografía tuvieron un papel fundamental: jugando con los papeles y la impresión, con el contenido y el encuadre, llevaron la fotografía hasta los límites de su inteligibilidad. Libros como Shashin-yo Sayonara (Adiós, fotografía), de Daido Moriyama o For a Language to Come (Por un lenguaje venidero), de Takuma Nakahira son hoy considerados como obras maestras.
Esta gran vitalidad llegó a occidente gracias, entre otros, a una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1974, comisariada por John Szarkowski y Shoji Yamagishi. En ella, junto a fotógrafos consagrados como Ken Domon y Shomei Tomatsu, aparecían las fotos de un joven Masahisa Fukase, que mostraba imágenes de su propia vida personal en las que su mujer hacía de modelo, unas imágenes cargadas de ironía y sentido del humor.
En 1977 todo cambió: después de más de diez años casados, Fukase y su mujer se separan. Devastado por la pérdida, decide escapar de Tokio y regresa a su Hokaido natal. Allí vuelve a enseñar sus fotos a Shoji Yamagishi quien, dándose cuenta de la continua presencia de cuervos en sus imágenes, le sugiere que titule su exposición Karasu (Cuervos). Durante casi diez años siguió fotografiando su vida personal, un trabajo que iría creciendo poco a poco, con las fotos acumulándose, dijo Fukase, como lápidas en un cementerio. En 1986 Masahisa Fukase publicó el trabajo en forma de libro, con el diseño de Kazuyuki Goto.
El libro está lleno de fotos de cuervos, pero no es una simple documentación de la vida de los cuervos. Así como la figura de estos animales está asociada desde la antiguedad al mal y lo sobrenatural, las fotos, espectaculares, algunas tomadas en la más absoluta oscuridad, van produciendo en el espectador una sensación de desasosiego. Es, quizás, una mirada demasiado cercana…
… y una mirada, que quizás no sea del todo humana, como si las fotos hubieran sido tomadas por los mismos cuervos, mostrándonos un mundo extraño, ajeno al hombre, visto con el ojo de un cuervo.
Fukase fotografía su propia vida y cuando los cuervos empiezan a rondar, aparecen por todas partes, por todas las fotos, casi sólidos, y esa mirada hacia fuera se vuelve una mirada hacia dentro que acaba transformando al propio Masahisa, confundiendo en uno el fotógrafo, su vida, su mirada y aquello que mira.
Es curioso que la época más radical de la fotografía en Japón se cierre con el libro formalmente más convencional: diseñado con fotografías individuales sobre las páginas impares, articulando su discurso a través una secuencia casi cinematográfica, y resulta ser el más denso, el más profundo y el más negro de todos.
En 1992, poco después de la publicación de la versión en inglés del libro, Masahisa Fukase se cayó por las escaleras de un bar que frecuentaba y permanece en coma desde entonces.
Masahisa Fukase
The Solitude of Ravens
epílogo de Akira Hasegawa;
editado por Nobuhiko Kitamura, RAT HOLE, en Tokio, Japón;
1ª edición, septiembre 2008; 136 páginas; 263×263 mm.; texto en inglés y japonés;
encuadernación en cartoné forrado con tela impresa en rojo sobre golpe seco, con funda de cartón forrado; diseñado por Toshio Shiratane; producido por Osamu Wataya; impreso por Daishinsha en Japón bajo la dirección de Tsunehiko Shinki y Akio Kobayashi; edición de 1.000 ejemplares
Es una reedición del libro de Masahisa Fukase Karasu, diseñado por Kazuyuki Goto y editado por Sokyu-sha, Tokio, Japón el 15 de diciembre de 1986.
Hay un detalle bonito que creo que merece la pena añadir. Su mujer, de la que, como se dice en el texto se divorció en 1977, acude a visitarle todas las semanas al hospital en el que permanece en coma. Ella dice que es natural, que él forma parte de su pasado. Bonita manera de no renunciar a nada de lo que nos precede.
Marvilloso libro. Destacar también el libro que hizo Masahisa sobre su mujer, en cuya portada aparece una foto tomada de una foto del retrato de ella donde el cristal del enmarcado aparece roto. Una metafora de su separación.
También es un gran libro el que hizo sobre su padre; «Father», que ha servido de inspiración a muchos fotógrafos japoneses.