En 1975, en un mercadillo de México, Ava Vargas en su búsqueda de material fotográfico se encuentra con un chamarilero que le enseña una colección de fotografías eróticas, de las que no se sabe nada de su anterior dueño. Pasado un tiempo las adquiere y empieza un arduo trabajo de investigación. A juzgar por la técnica utilizada, todas las fotografías están hechas por el mismo autor, del que no sabe su nombre, pero en las placas aparecen las iniciales de JB o JBC, también aparece auto-retratado por accidente en los espejos de una habitación y deliberadamente en un campo, junto con dos señoritas. Gracias a que la cámara aparece reflejada en una de estas fotografías, se averigua que la cámara utilizada es una Gaumont, una cámara francesa estereoscópica de placas de cristal, de 6×13, de principios del siglo XX.
Pero lo más importante de esta colección es la modernidad con la que están hechas estas fotografías. A principios del siglo XX la fotografía de desnudo tenía dos propósitos bien definidos: o era con fines pornográficos o eran insípidos posados típicos de la pintura pictorialista. Sin embargo, estas fotografías tienen su propio camino; incluso hoy en día podemos entenderlas más cercanas a un documentalismo subjetivo, ya que retrata a las meretrices que trabajaban en “la casa de citas”, y están hechas con un punto de vista muy particular, con la complicidad de las retratadas, sin ser fotografías excitantes ajenas al ojo que las mira, ni fotografías con fines preciosistas. Además, en esa época, nadie en México enfocó su cámara hacia este nicho tan minoritario, como es este divertimento de la clase noble criolla y del que nada se sabía salvo por algunas novelas.
Este libro contiene una introducción de Ava Vargas, que nos relata el marco histórico de la época. Se sabe que las fotografía fueron tomadas entre 1900 y 1915 por los peinados, los trajes y otros objetos que aparecen en las fotografías, como un reloj o un sombreo típicos de aquel tiempo.
En estos años, durante la dictadura de Porfirio Díaz, México vivía una época de florecimiento, con diversos grupos de inmigrantes y con cierto complejo de inferioridad cultural, que ponían los ojos en la capital Francesa y en su “belle epoque”. Importaban vino, sombreros, el can can y el concepto de “casa de cita”, que no era más que un club adornado al gusto francés, donde iban los gentelmen después del trabajo a tomar una copa, a fumar o a disfrutar de la compañía de señoritas, que habían sido seleccionadas por su aspecto europeo y poco mestizo, y que alegraban la estancia cantando, tocando e incluso ofreciendo sexo de forma discreta.
En esta casa de citas, se erigía un submundo que poco tenía que ver con el México popular. En sus habitaciones encontramos alfombras con cabeza de animales, porcelanas chinas, figuras de musas, e incluso el retrato de Napoleón Bonaparte.
De esta manera JBG estuvo fotografiando en tierra de nadie, un lugar en México que no representa a México, creando su personal proyecto artístico, donde sus musas posaban en el campo o en una habitación de recargada decoración, como si de un joyero con música se tratase. Tras su muerte y una vez encontrado “su proyecto”, se hizo este libro llamado “La Casa De Cita” y ¡maldito sea el destino!, que este autor sigue caminando por tierra de nadie, en este purgatorio tan particular; sin ser olvidado y sin conseguir la popularidad de Bellocq con el que a menudo se le compara.
Sin duda se trata de un fotógrafo notorio dentro del marco histórico del que hablamos. Pero, ¿por qué este libro ha pasado desapercibido? Me aventuro con algunas reflexiones.
La portada no es la correcta: una de las peores fotografías de JBG, con fondo negro y el título en letras rojo sangre, más adecuado para poner “la casa del terror” que “la casa de cita”.
Otro error de portada: no se ve el nombre del autor de las fotos por ningún lado, sólo aparece el nombre de Ava Vargas en la portada y en el lomo, la persona que encontró estas fotografías y que ha hecho posible que este libro salga a la luz. Sin embargo, y agradeciendo todos sus esfuerzos, creo que tendría que respetar la autoría del fotógrafo.
No se entiende si este libro es el de un fotógrafo o un libro de historia, todo es muy confuso. Una vez abierto el libro, empieza con el autorretrato de JBG y a continuación un texto de Ava Vargas, donde con gran empeño, nos destaca los aspectos documentales de las fotografías, relegando el proyecto artístico de JBG a un segundo plano y haciendo desaparecer por completo cualquier carga erótica o mágica que puedan contener las fotografías. Todo lo contrario ocurre en el libro de Bellocq.
La forma en la que se presentan las fotografías, tampoco creo que sea la más correcta. Desde luego, no es como lo concibió el fotógrafo, ya que todas las tomas son estereoscópicas y solo al final del libro aparecen como ejemplo algunas fotos de la forma original. Además, con el paso del tiempo, muchos de los positivos han tomado una tonalidad rojiza, ¿por qué no se ha corregido esta tonalidad si el autor jamás vio las fotos de esta manera? Creo que lo más idóneo hubiese sido hacer una caja con las fotografías estereoscópicas, en el formato en el que las concibió JBG.
Tampoco la selección de fotografías creo que sea la mejor. Se encuentran en internet fotos de JBG que bien merecían estar en el libro.
El libro de Bellocq abre el telón con textos de Lee Friedlander (renombrado fotógrafo y copiador de los negativos de Bellocq), Susan Sontag (renombrada escritora) y John Szarskowski (responsable de fotografía del MOMA). Como si de una película se tratase, al más puro estilo del “star system» americano, ya solo con la introducción nos hace pensar que vamos a ver algo interesante.
El libro de “La Casa De Cita”, textos de Ava Vargas y Collin Osman (editor).
En el libro de Bellocq, John Szarkowski hace una mezcla de entrevistas con personas que conocieron al autor: un fotógrafo, un escritor, una de sus modelos, etc., y nos traslada a la época en la que fueron tomadas estas fotos. También hay divagaciones del porqué en algunas de las fotos de Bellocq los rostros de las mujeres están tachados y sobre la singular personalidad de Bellocq. Esto reviste de cierta magia las fotos, haciendo que nos planteemos el porqué de tan extraño anonimato en algunas de las modelos. En el libro de JBG parece que solo interesa el marco histórico en el que fueron tomadas y no invita a entrar al mundo que encierran las fotografías.
La presentación de las fotos de Bellocq y las copias son impecables. Lee Friedlander, después de intentar reproducir las copias en su laboratorio, hace positivos directos con “print out paper” y los vira al oro. Las reproducciones de JBG están hechas en el dormitorio de Ava Vargas con una escasez de medios típica de un estudiante, en diversos tonos, dependiendo si son reproducciones de copias o de los negativos.
Bellocq:
JBG:
Cuando Aparecieron las fotografías de Bellocq, Lee Freelander hizo una serie de copias y las presentó al mundo dentro de las normas del mercado del arte. Rápidamente los museos y coleccionistas se interesaron por estas fotografías, mientras JBG sigue su paseo por tierra de nadie.
Podemos comparar en Iberlibro el precio de uno y otro libro: hay un abismo. Sin embargo creo que ambos tiene su propia singularidad.
Finalmente, adjunto una posible portada del libro de “Casa de Cita”, inspirada en el de Belloqc, sugiriendo el cambio del título y con la esperanza, de que algún día se haga una re-edición en condiciones de las fotografías de JBG y este pueda salir de su purgatorio, escapar de la tierra de nadie.