Cada palabra siempre está por decir

El estereotipo es la palabra repetida fuera de toda magia, de todo entusiasmo, como si fuese natural, como si por milagro esa palabra que se repite fuese adecuada en cada momento por razones diferentes, como si imitar pudiese no ser sentido como una imitación: palabra sin vergüenza que pretende la consistencia pero ignora su propia existencia. Nietzsche ha hecho notar que la “verdad” no era más que la solidificación de antiguas metáforas. En ese sentido, el estereotipo es la vida actual de la “verdad”, el rasgo palpable que hace transitar el ornamento inventado hacia la forma canónica, constrictiva, del significado.

El placer del texto, Roland Barthes

Un buen amante

Un buen amante se conducirá con elegancia tanto en la oscuridad como en cualquier otro momento.  Se deslizará de la cama con una mirada de consternación.  Cuando la mujer le suplique: «Vete, amigo, está aclarando.  Nadie debe verte aquí», él lanzará un hondo suspiro revelador de que la noche no ha sido suficientemente larga y que abandonar a su dama lo hace sufrir.  Ya de pie, no se vestirá de inmediato, sino que acercándose a su amada le susurrará todo lo que ha quedado sin decir durante la noche.  Incluso ya vestido, se demorará ajustándose el cinturón con gestos lánguidos. Luego levantará la celosía y permanecerá con su dama de pie junto a la puerta, diciendo cuánto lamenta la llegada del día que los apartará, y huirá.  Verlo partir en ese momento será para ella uno de sus más deliciosos recuerdos.

— Sei Shōnagon, El libro de la almohada (枕草子 makura no sōshi), c. 1000.

Ya lo hemos visto todo

Si, como la pintura, la fotografía pone el mundo ante un espejo, es un espejo que siempre ha estado roto. Las fotografías no son nada más que fragmentos. El muro de una prisión, un cazador orgulloso con el venado que ha cazado, un bebé, una estrella amarilla cosida en una chaqueta, una vista aérea de una pareja haciendo el amor en un paisaje llano, un primer plano de un minero de Silesia tiznado, un granjero fumando: nos puede parecer que las fotografías capturan un mundo entero pero son siempre fragmentos y figuraciones por muy icónicas que sean. Y si, como las prostitutas sonrientes de algunas fotos de Brassaï, nos parece que ya lo hemos visto todo, ¿cómo es que nunca estamos satisfechos, y siempre queremos volver a mirar? ¿Qué más esperamos ver?

— Adrian Searle, Out of sight, The Guardian, 24 de Octubre de 2006

Maestro, ¿debo dejarlo todo?

–Creí que por sus teorías usted desaprobaba que un escritor se casara.
–Sin duda, sin duda. Pero ¿no me llamará a mí escritor?
–Debería darle vergüenza– dijo Paul.
–¿Vergüenza de volverme a casar?
–No diré eso…, sino vergüenza de sus razones.
–Debe dejar que las juzgue yo, amigo mío.
–Sí, ¿por qué no? Usted juzgó admirablemente las mías.
El tono de esas palabras pareció de repente sugerirle lo insospechado a St. George. Se quedó mirando como si leyera en ellas una amargura.
–¿No cree que he jugado limpio?

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