El fotógrafo norteamericano William Mortensen (1897–1965), hablando de su formación, cuenta su viaje a Grecia después de la primera guerra mundial para hacer grabados en la región del Ática. Para ganarse la vida dibujaba anuncios de coñac con seductoras bailarinas balcánicas de puntillas sobre corchos de botella. El punto culminante del viaje fue observar la mirada libidinosa con que los marineros miraban las bailarinas de sus pósteres. Tras un pequeño escándalo debido a que dibujaba a sus estudiantes, como él decía, «al fresco», tuvo que volver a los Estados Unidos.