Solo hay un sexo en la Luna, tanto entre los animales de cocina como entre los demás, y todos nacen de los árboles, que varían por su tamaño y follaje; así, el árbol que da el animal de cocina o especie humana, es más hermosos que los demás: tiene ramas rectas y fuertes y hojas de color carne, y su fruto es como una nuez o vaina, de cáscara dura y unas dos varas de largo:. cuando están maduras las recogen con muchísimo cuidado y las almacenan hasta que llega el momento oportuno; cuando deciden animar la simiente de estas nueces, las echan en una caldera de agua hirviendo, con lo cual las cáscaras se abren al cabo de unas horas y sale de cada una de ellas una criatura.
La naturaleza, antes de que vengan al mundo, los dota en consonancia con la actividad que vayan a desarrollar; de una cáscara sale un guerrero, de otra un filósofo, de una tercera un teólogo, de una cuarta un abogado, de una quinta un granjero, de una sexta un payaso, etc, y cada uno se pone de inmediato a perfeccionarse, practicando lo que de antemano ya sabía solo en teoría.
Cuando envejecen, no mueren, sino que se convierten en aire ¡y se desvanecen como el humo! No necesitan beber y apenas evacúan, y aún así, solo por el aliento. Solo tienen un dedo en cada mano, que utilizan con la misma perfección con que nosotros usamos los cuatro y el pulgar. Llevan la cabeza debajo del brazo derecho; y cuando salen de viaje o tiene que hacer algún ejercicio violento, suelen dejarla en casa, ya que la pueden consultar a distancia; esto es muy corriente; y cuando un alto personaje de la Luna quiere saber lo que pasa entre el vulgo, se queda en casa, es decir: el cuerpo se queda en casa y manda solo la cabeza, que puede salir de incógnito y volver cuando le parezca con noticias de lo que ha pasado.
El barón de Munchausen, Rudolf Erich Raspe